De Juan José Millás (Valencia, 1946), lo primero que sorprende son los ojos. Oscuros, tienen una mirada fundida, líquida, que envuelve y se fija en su interlocutor, con una intensidad que toma de sorpresa a quien lo ha visto llegar con su andar desenfadado, inofensivo, sus ropas holgadas y el pelo cano y revuelto. Lo segundo que sorprende es el caudal de su conversación, pausada, con respiros que buscan la palabra exacta antes de enredarse con ella y exprimirla hasta topar con el espacio siguiente. | En esta conversación, el autor de No mires debajo de la cama, adelantó que prevé internarse en el periodismo más que en la escritura durante un tiempo, a pesar de tener ya un proyecto de novela entre las manos. Tres fueron los temas sobre los que el escritor se adentró en esta entrevista: El cuerpo, ese propio que nos resulta ajeno; la soledad que nos han arrebatado, asunto que le interesa “como una conquista moral”, y el inconsciente, ese espacio indefinido en donde lo real se vuelve irreal y los sueños la materia prima de la cotidianidad. En sus novelas y cuentos hay una organicidad fuerte: los personajes relacionan sus sentimientos con partes concretas de su cuerpo… |
A mí me interesan mucho las referencias al cuerpo, porque con el cuerpo sucede algo muy curioso: es lo más cercano que tenemos, lo más propio, y sin embargo lo vivimos como algo muy extraño. Esta contradicción siempre me ha llamado la atención, es como si viviéramos el cuerpo como una prótesis, y sin embargo, si hay algo que sea nuestro, es esto. Creo que esa relación con el cuerpo se puede extrapolar a otros asuntos y marcar una relación con la vida, quizá por eso es una referencia constante para mí. Dice usted que con el cuerpo marcamos nuestra relación con la vida, pero también es frecuente que sus personajes reconozcan sus sentimientos a partir del cuerpo del otro y no del propio… ¡Es que lo corporal es lo que hay! Cuando estamos frente a otra persona, el principio único es lo corporal… La historia de la humanidad se podría estudiar desde el punto de vista de la pasión del ser humano por reconstruir el cuerpo. La historia de la mecánica, por ejemplo, es la historia de la reproducción de los movimientos del cuerpo. Es muy curioso que cualquier cosa que miramos es un cuerpo: la arquitectura, se puede estudiar desde el punto de vista de la reproducción del cuerpo, un edificio es un cuerpo, en todos los sentidos: tiene parte de adelante, de atrás, sitios por donde evacua los desperdicios, por donde entrar sus alimentos. La propia escritura es un cuerpo, y se dice muchas veces el cuerpo de la obra de fulano, y se utilizan expresiones del cuerpo para hablar de letras, como “esto no respira bien”. Curiosamente es cuando el ser humano ha reproducido todos los aspectos mecánicos del cuerpo llevándolos hasta a sus mismos extremos, cuando ha empezado a reproducir la mente. Toda la inteligencia artificial, toda la cultura informática, tiene que ver con la reproducción de la mente, pero primero hemos pasado por el cuerpo. De manera que no es una obsesión mía es un obsesión de la humanidad y, lo que pasa, es que yo la he tomado y deshilvanado. | De viva voz “¿Qué es lo irreal? ¿Los sueños son reales o irreales?” “Toda la cultura informática, tiene que ver con la reproducción de la mente, pero primero hemos pasado por el cuerpo. De manera que no es una obsesión mía es un obsesión de la humanidad” “Tenemos una habitación a las que nos han prohibido entrar, y esa es la que más me interesa, y está representada justamente por esas oquedades misteriosas que tienen capacidad para albergar nuestros fantasmas”. “Me interesa esta soledad que es el resultado de una conquista moral, porque es la soledad en la que uno se construye una individualidad no enajenada”. “Me levantaba todas las mañanas con ganas de escribir, deseaba que sonara el despertador para seguir escribiendo. He sido muy feliz escribiendo esos libros”. | Tiene usted también una obsesión por ciertos espacios: pasillos, camas, roperos… Justo estos espacios huecos, oquedades, también son representaciones del cuerpo, y de las zonas más inaccesibles de nosotros. El espacio que hay debajo de la cama, por ejemplo, ese espacio oscuro al que todos en algún momento de nuestra vida hemos temido, lo metaforiza perfectamente. Igual pasa con los armarios, que tradicionalmente han sido los espacios en los que los niños han proyectado sus fantasmas. Es esa capacidad para representar nuestras fobias, lo que hace que me interesen. En la literatura popular y oral la casa donde hay una habitación que no se puede abrir es un tema recurrente; puedes entrar en toda la casa pero menos en esta habitación, y el que vulnera esa orden sufre un castigo. Algo así pasa dentro de nosotros, tenemos una habitación a las que nos han prohibido entrar, y esa es la que más me interesa, es la que les interesa a los escritores, y está representada justamente por esas oquedades misteriosas que tienen capacidad para albergar nuestros fantasmas. Hablando de fantasmas, uno de los que más rondan sus novelas es el de la soledad de los tiempos modernos… La soledad atraviesa toda mi obra, pero me gusta referirme a ella más como una conquista, porque es paradójico que efectivamente estamos muy solos, pero no estamos solos para estar con nosotros mismos. Porque estamos conectados desde que nos levantamos hasta que nos acostamos: nos despierta el aparato de radio, vamos en el coche al trabajo oyendo la radio, siempre estamos conectados. Incluso en los espacios que antes estaban muertos ahora está el celular. No gozamos ese momento que significa estar con uno mismo para saber quién es. Me interesa esta soledad que es el resultado de una conquista moral, porque es la soledad en la que uno se construye una individualidad no enajenada. Que es un bien cada vez más escaso… Sí, porque llegas a casa y lo primero que hace la gente se poner la televisión. Siempre hay un enganche y la soledad que tendría que ver con el recogimiento, con el ingreso en uno mismo, ya prácticamente no existe, no hay espacio para eso. En El orden alfabético, toca usted ese tema, el de la exploración de uno mismo… El orden alfabético trata de las relaciones del dentro y el afuera, de saber cuál es el punto medio, el punto real, pero eso tampoco se puede despachar tan deprisa, porque la verdad es que la realidad que llamamos real es muy irreal. Y sin embargo, cosas que son irreales son muy reales. El punto de articulación de lo irreal con lo real no está nada claro. ¿Qué es lo irreal? ¿Los sueños son reales o irreales? Curiosamente desde esa habitación a la que no se puede entrar, que es donde habitan los fantasmas y por lo tanto lo irreal, desde esa habitación es donde se cocina toda la vida que llevamos fuera. En sus obras más recientes, La viuda incompetente, El Orden Alfabético, No mires debajo de la cama, el lector encuentra muchos lugares y escenas que se repiten de una a otra… Bueno, esos tres libros se han escrito uno detrás de otro, están muy contaminados, por lo que no es extraño ese sentimiento, son tres libros escritos bajo el mismo impulso, muy deprisa, una cosa convulsiva como yo no había escrito nunca. Creo que en cada libro hay un pasadizo que conduce a otro… ¿No le ha gustado? ¿Por qué habla de contaminación? Me ha gustado mucho. Yo he disfrutado porque ha sido una temporada muy larga, feliz en la que no he tenido una relación con la escritura nada ambivalente con la escritura, porque sabes, con la escritura hay temporadas en que se mantiene una relación muy ambivalente en el sentido de que es lo que más queremos y lo que más detestamos. Y ahí no había ambivalencia, me levantaba todas las mañanas con ganas de escribir, deseaba que sonara el despertador para seguir escribiendo. He sido muy feliz escribiendo esos libros. |
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